La transición sociopolítica
- Luis Porto
- 15 ago 2022
- 4 Min. de lectura
Hasta no hace muchos años la discusión política estaba compartimentada. Se daba en familia, en grupos de amigos, en las organizaciones políticas y de allí que no era posible escuchar la voz de los ciudadanos sino de sus representantes, o de los activistas. Apenas se disponía de la herramienta de las encuestas para explorar las reivindicaciones y opiniones de la población.
En aquel mundo las demandas de los diferentes grupos de interés, de ideas, de identidad, se canalizaban a través de diferentes organizaciones y si los gobiernos no podían responder a esas demandas las mismas organizaciones podían canalizar las frustraciones.
Hoy la realidad de las redes sociales ha cambiado, ha generado una nueva ciudadanía internauta que no necesariamente se relaciona con organización alguna.
Las personas que tienen un mismo interés, idea, o identidad, se aglomeran en las redes sin ser siquiera de la misma nacionalidad.
Las demandas y frustraciones (si no se satisfacen) se difunden y se contagian en cuestión de minutos más allá de las fronteras nacionales.
La rapidez de la aparición de demandas contrasta radicalmente con los tiempos de respuesta gubernamental.
Así la frustración se refuerza, explota, se hace viral… y la mayor parte de las veces desaparece porque surge otra. Demandas y frustraciones explotan y se incendian en el aire, como fuegos de artificio.
Y de repente, alguna, se traslada a la calle. Los brotes de protesta que recorrían el mundo antes de la pandemia y probablemente lo vuelvan a recorrer.
Estamos en una transición sociopolítica.
Demandas permanentes que no se responden, frustraciones continuas que no se canalizan.
Las instituciones formales (leyes, decretos, programas gubernamentales) fueron diseñadas para servir como armisticios de otro tipo de situaciones conflictivas.
Las instituciones informales (las normas sociales, los códigos de conducta no escritos) y las organizaciones emergieron y evolucionaron a nivel local y nacional con una escala manejable por organizaciones representativas de dichos grupos.
Nos enfrentamos a un período de insatisfacción recurrente e inestabilidad política latente hasta que la innovación institucional canalice las demandas o frustraciones de la nueva ciudadanía internauta.
Hacia un nuevo diseño institucional vamos, pero en la transición pagaremos muchos costos.
La falta de respuestas y la falta de canalización de frustraciones por las viejas instituciones y organizaciones las deslegitima.
La deslegitimación de los gobiernos en el imaginario colectivo lleva al oportunismo político de los movimientos populistas.
El populismo y el nacionalismo aflora a nivel global, y al interior de cada país se refuerza la afiliación por identidad como forma de buscar seguridad. La sensación de inseguridad creciente lleva al fortalecimiento de grupos de identidad y al debilitamiento de la sensación de seguridad que la Nación debería brindar.
Por una lado las sociedades se fragmentan, pero al mismo tiempo se polarizan.
¿Cuál es el riesgo mayor de esta etapa de transición?
Que la polarización se transforme en enemización.
Una cosa es que algunas personas se vean en el polo opuesto de otras personas, lo expresen y lo acepten. Incluso lo griten.
Otra muy diferente es que esas personas sientan que las otras son sus enemigas.
Cuando la cuestión pasa de “ellos contra nosotros” a “ellos o nosotros” se produce un cambio cualitativo en la solución posible del conflicto.
La primera cuestión se puede resolver a través de instituciones democráticas.
La segunda cuestión es esencialmente antidemocrática, es la negación de la aceptación de la convivencia pacífica, es el conflicto que salta de las redes a la calle y en las que se derrama sangre.
¿Cómo deberían los gobiernos y la sociedad civil enfrentar entonces la transición para reducir la probabilidad de conflicto y reducir la probabilidad de enemización?
En primer lugar, diseñando sistemas de alerta temprana para identificar claramente cuáles frustraciones explotan como fuegos de artificio, cuáles pueden trasladarse de las redes a la calle y cuáles pueden terminar con sangre en la calle.
El análisis de redes y la ciencia de datos permite ese tipo de ejercicio y además enriquece la toma de decisiones de gobiernos y sociedad civil.
En segundo lugar, acelerando la innovación institucional que permita canalizar las demandas y las frustraciones que las actuales instituciones y organizaciones no pueden.
La transición de la gobernanza global de la nota anterior llevará a nuevas instituciones de gobernanza global. Eso está fuera del alcance de la mayor parte de los países del mundo. Es un juego en que decidirán las grandes potencias. Pero la transición a la Gobernanza global tiene efectos colaterales a nivel de cada país, de cada comuna, de cada comunidad y es necesario que cada país, comuna y comunidad reduzca la probabilidad de conflicto a su nivel.
Las formas de enfrentar la transición sociopolítica sin embargo pueden enfrentarse a nivel nacional o local.
El riesgo de los contagios externos siempre estará, pero la vacunación a nivel nacional y local mediante la innovación institucional reduce la probabilidad de contagio.
No es inútil remarcar que las innovaciones institucionales deben ser de al menos cuatro tipos:
La innovación a nivel del Estado a nivel nacional y local
La innovación a nivel de la Sociedad Civil (incluidos los partidos políticos)
La innovación en las formas de relacionamiento entre Estado y Sociedad Civil
La innovación en las formas de relacionamiento entre ciudadanía, Estado y Sociedad Civil
Para ser claro, innovación institucional significa nuevas reglas y nuevas formas de hacerlas cumplir.
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