Vulnerabilidades y Resiliencia frente a las transiciones y shocks: Introducción
- Luis Porto
- 19 ago 2022
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Luis Porto
América Latina y el Caribe reciben shocks externos en forma recurrente: de demanda, de precios de sus productos de exportación, de tasas de interés, de liquidez internacional, climáticos, desastres naturales, en 2020/2021 sanitarios, en 2022 de la guerra Rusia-Ucrania y en los próximos meses de las subas de las tasas de interés internacional y de la caída en el ritmo de actividad de Europa, Estados Unidos y China.
También la región está inserta en diferentes transiciones que le representan diferentes desafíos: la transición entre ciclos largos de la economía mundial y ciclos cortos a nivel global, o la transición hacia un desarrollo sustentable, por ejemplo.
Los siguientes gráficos ilustran estos fenómenos a los que se expone en forma recurrente la región.

Al impactar a los hogares, las empresas y a los Estados, estos shocks y transiciones, estas disrupciones como las denomina el gráfico, se vuelven en mayor o menor medida un fenómeno con su propia dinámica interna a nivel de los países. Se vuelven fenómenos endógenos; por ejemplo, la falta de liquidez a nivel internacional luego se transforma en falta de liquidez interna, con su propia lógica y dinámica, aunque siempre relacionado a lo que sucede en el exterior.
Cada agente económico se encuentra en una red diferente de relaciones económicas.
La sensibilidad de cada agente a las disrupciones y a las políticas de respuesta que se realicen en un país o en una localidad también es diferente.
No sólo depende de esas variables sino también de los efectos “onda” que pueda recibir del impacto sobre otros agentes de su red que son sensibles a las disrupciones y políticas que se implementan en otras regiones o países.
Las remesas puede ser el ejemplo más evidente para explicar este hecho, pues afecta directamente a los ingresos de los hogares de los países de América Latina y el Caribe por el impacto de la caída de actividad en los países origen de dichas remesas.
Pero también existen efectos “onda” más difíciles de rastrear, por ejemplo, los cortes en lo que habitualmente se denomina en forma errónea “cadena de suministro” y que en realidad son redes de suministros, cuanto mayor sea el grado de centralidad de intermediación[1] de los nodos de la red que se vean afectados, mayor será la amplitud del impacto.
Otro de los ejemplos más claros lo constituye el Sistema Financiero, su rol para asegurar la cadena de pagos y de crédito de todos los sectores productivos es lo suficientemente importante para que la mayor parte de los gobiernos, frente a cada crisis financiera, hayan implementado en forma casi inmediata políticas financieras para garantizar la cadena de pagos.
El grado de exposición de cada agente es diferente, la sensibilidad de cada agente es diferente y las vulnerabilidades y capacidades de cada agente para enfrentar los impactos también.
Todos estos elementos se conjugan en el concepto de resiliencia.
La resiliencia se entiende como la capacidad de una entidad (país, región, sector, agente) de responder y recuperarse a shocks externos en general[2], en particular en una determinada variable (o conjunto de variables) de desempeño.
En Economía, se ha usado el concepto de resiliencia macroeconómica para hacer referencia a la capacidad de un país de retomar la trayectoria de crecimiento potencial.
El punto es que América Latina y el Caribe presentaban en el período previo al COVID-19 y a la invasión de Rusia a Ucrania una trayectoria de crecimiento que presentaba varios desafíos en materia de productividad, equidad y pobreza.
Por lo que es importante distinguir entre resiliencia para la convergencia hacia la trayectoria previa (de falta de dinamismo, problemas de productividad, equidad y pobreza), de la resiliencia para la creación de una nueva trayectoria que permita enfrentar esos desafíos.
La ausencia de resiliencia implicaría la destrucción de la trayectoria anterior sin la capacidad de creación de una nueva trayectoria como la señalada.
La ruptura de las trayectorias y/o la emergencia de nuevas trayectorias dependerán de:
· la capacidad de respuesta
· de la dotación de competencias y habilidades humanas,
· las capacidades organizacionales, y
· las características de las instituciones y las normas sociales de cada país, así como
· de las vulnerabilidades de hogares, empresas y organizaciones en el país durante el período en que se produce el shock; y
· las vulnerabilidades del propio país tales como su dotación de capital humano y el grado de diversificación de su sistema productivo
Para simplificar se denomina a estos elementos las características estructurales de un país o región.
Considerar las disrupciones como transitorias y actuar mediante medidas transitorias es un grave error. De esa forma se solapan medidas ante cada disrupción que son cada vez más frecuentes.
La forma lógica de actuar debiera ser tener una estrategia de reducción de vulnerabilidades y desarrollo de capacidades e instituciones que fomenten la resiliencia. Para los países de América Latina se agrega además un desafío que no es reciente, la diversificación productiva. Porque es ya reconocido en toda la literatura que la falta de diversificación productiva es una de las mayores vulnerabilidades de la región frente a cada disrupción.
En suma, en 2022 y los próximos años la región se enfrenta a una nueva versión de la necesidad de reformas estructurales y de cambio estructural.
[1] Estos conceptos refieren simplificadamente a la cantidad de relaciones directas e indirectas que tiene un agente en la red de relaciones. Para una definición mas formal ver Networks, Crowds, and Markets: A Book by David Easley and Jon Kleinberg (cornell.edu) sección 3.6 [2] http://pubdocs.worldbank.org/en/197851569963638980/Determinants-of-Macroeconomic-Resilience-in-the-Euro-Area-An-Empirical-Assessment-of-Policy-Levers.pdf
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